El efecto de los huracanes y las tormentas tropicales en el sector hotelero es devastador. De las grandes tormentas, huracanes y tifones de las últimas décadas podemos aprender mucho en cuanto a prevención, pues sabiendo cómo afectaron a las infraestructuras y al desarrollo del negocio, podemos entender qué medidas adoptar para una protección mejor, y una recuperación todavía más rápida.
Tras el paso del huracán Odile en septiembre de 2014 por el estado mexicano de Baja California Sur, sin duda uno de los más devastadores de los últimos años, el Observatorio de Siniestros de MAPFRE ha estudiado las infraestructuras y los daños ocasionados por la fuerza de la tormenta, sacando conclusiones acerca de la importancia de la prevención.
Zonas de riesgo, construcciones adecuadas y organización humana
Es sencillo determinar si una zona es de riesgo ante los tifones, huracanes, terremotos o cualquier otra posible catástrofe natural. Su situación geográfica puede ponernos sobre aviso ante la generación de tormentas tropicales que, dependiendo de la categoría, supongan un mayor riesgo de daños en las infraestructuras. El riesgo sísmico es otro factor a tener en cuenta, puesto que determina «la probabilidad de que las consecuencias sociales o económicas producidas por un terremoto igualen o excedan valores predeterminados, para una localización o área geográfica dada» [Definición].
Partiendo de estos supuestos, que en palabras llanas podríamos expresar como los indicadores predicen las posibilidades de que se de una tormenta tropical, o un terremoto, en una zona determinada, o la tipología del riesgo catastrófico previsible en la zona, hay que tener datos acerca de las construcciones erigidas (es decir, si son seguras, qué categoría resistirían en caso de tormenta tropical, si están diseñadas teniendo en cuenta los terremotos). Las construcciones y su resistencia a los elementos son claves para determinar el riesgo desde el punto de vista asegurador.
En lo concerniente a la organización humana ha de atenderse a la organización previa a la llegada de una tormenta tropical (en el caso de los terremotos es algo más complejo de prevenir) porque es fundamental para garantizar que las zonas más sensibles al deterioro no se vean comprometidas por los fuertes vientos o cualquier otra agresión externa. De la misma manera, la organización es básica una vez ha pasado el peligro, pues tanto si se trata de zonas industriales, hoteleras o privadas, reanudar las actividades cuanto antes es una prioridad.
Catástrofes pasadas como el súper tifón Haiyan, que arrasó Filipinas en 2013, el ciclón extratropical Klaus, que llegó a provocar daños en España (a pesar de que su centro estaba al norte de las Azores) nos enseñan mucho a la hora de organizar las acciones, e incluso estimar las pérdidas desde el punto de vista asegurador. En ese sentido, hasta el cambio climático ha de tenerse en cuenta a la hora de revisar los parámetros y estimar las posibles pérdidas en daños materiales, revisando el histórico y adecuando estos cálculos a la situación actual.
Para hacer frente a las catástrofes naturales y sus consecuencias, es necesario contar con la información precisa acerca de la zona de riesgo; sobre las construcciones, para saber si están preparadas para resistir las inclemencias, y hasta qué categoría; y sobre la organización humana, para entender si está bien engrasada y es capaz tanto de anticiparse a la tormenta, como para rehacerse una vez pasado lo peor.