Es cada vez más habitual el uso de la bicicleta como medio de transporte y su utilización es mucho mayor con la llegada de las vacaciones de verano. Aprovechamos esta época del año para hacer más desplazamientos de ocio o excursiones y disfrutar de las bicis en equipo, familia o en solitario.
La bicicleta trae consigo múltiples ventajas, entre ellas que es sostenible—al no contaminar contribuye al cuidado del medio ambiente— y aporta diversos beneficios para la salud. Pedaleando se puede llegar a quemar hasta 600 calorías por hora y ayudará, según un estudio de la Escuela Universitaria de Medicina de Stanford, a dormir más profundamente.
En numerosas ciudades es un medio de transporte privilegiado por no ser contaminante y resultar muy económico, tanto a la hora de comprarlo, como en su mantenimiento y uso. Y aunque son numerosos los países cuyas urbes están muy preparadas, como Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Alemania (con una geografía muy plana), la ciudad de Tokio en Japón (el 15% de los desplazamientos al trabajo se hacen en bicicleta y se venden más de 10 millones de unidades anualmente) o Montreal en Canadá con 643,7 kilómetros de carril bici, entre muchas otras, lo cierto es que el colectivo ciclista es considerado como un grupo vulnerable por los riesgos que entraña su utilización en vías compartidas con otros vehículos.
El aumento de la siniestralidad entre los ciclistas ha movilizado a diferentes agentes, organizaciones y corporaciones a buscar la imposición de medidas de prevención, como campañas especiales de control de ciclistas por parte de la Dirección General de Tráfico en España y estudios e iniciativas para concienciar sobre la seguridad vial del ciclismo.
Reducir tasas de siniestralidad
Ejemplo de ello es el informe presentado por MAPFRE y Bosch sobre La atención en la conducción: ciclistas invisibles para los conductores que demuestra lo importante que es el uso de medidas de seguridad para disminuir las tasas de siniestralidad; por desgracia con tasas muy altas.
Según este estudio, en 2017 hubo más de 8.000 accidentes que involucraron a bicicletas, en los que fallecieron 75 ciclistas, casi 700 resultaron hospitalizados y más de 7.000 fueron heridos.
La mayoría de los accidentes registrados durante ese año fueron en vías urbanas (72%), algo por lo que estos usuarios piden una reducción por parte de los coches en relación a la velocidad de adelantamiento y un aumento de las distancias de seguridad.
Este informe destaca también la importancia del uso del chaleco en la convivencia coche-ciclista, reflejando que los conductores de vehículos que observan a ciclistas con chalecos reflectantes presentan un mayor grado de percepción de conciencia hacia ellos, conduciendo con más precaución y a una distancia más prudente.
Así, cuando se hace uso del chaleco, se produce un incremento del 6% en la concentración de los conductores y aumenta la visualización efectiva inconsciente del conductor en un 39%. El director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE, Jesús Monclús, recomienda que “tenemos que aprender a mirar y a ver a los ciclistas que comparten vía con los conductores de automóviles”.
Otras medidas de seguridad que se plantean son la necesidad de reducir la velocidad de los vehículos en zonas residenciales y aquellas con mucha presencia de ciclistas o el uso del casco homologado y correctamente abrochado que, según Monclús “previene dos de cada tres lesiones graves en la cabeza y el cerebro”.
Del mismo modo, ya se están introduciendo innovaciones tecnológicas, como el sistema de frenada automática de emergencia de Bosch con detección de ciclistas que, con la implementación de una cámara de vídeo estéreo es capaz de detectar colisiones e iniciar una frenada completa en tan solo 190 milisegundos; ni dos parpadeos.
Aprovechemos las ventajas que trae el uso de la bicicleta, disfrutémoslas en vacaciones, verano o invierno, pero fomentemos siempre su uso con seguridad.