En nuestro día a día ganan terreno los alimentos procesados, a pesar de que las investigaciones demuestran que consumirlos dispara el riesgo de contraer enfermedades, por ejemplo, las cardiovasculares. Tal vez por eso proliferen dietas como la paleo que vuelven al origen de la alimentación, a lo que comieron nuestros ancestros cazadores-recolectores.
Loren Cordain, investigador de la Universidad Estatal de Colorado, fue el primero en desarrollar esta dieta allá por los años 70 del siglo pasado. Grosso modo, consiste en alimentarse como los cavernícolas de la Prehistoria, del Paleolítico: frutas, verduras, frutos secos, semillas, huevos, aceites vegetales, carne y pescado. Supone una vuelta a la comida para la que estamos diseñados biológicamente, dicen sus defensores.
Por el contrario, rechaza los alimentos derivados de la agricultura o la industria. Los cultivos de grano o legumbres han introducido los hidratos de carbono, que no formaban parte de la alimentación del hombre de las cavernas. El azúcar, si no proviene de la fruta, tampoco se puede tomar en esta dieta. Ni siquiera patatas, lácteos, sal o café. Ni, por supuesto, los procesados.
La dieta paleo ayuda a perder peso de forma sostenida. Al ingerir una buena parte de proteínas, resulta saciante y esto reduce el apetito, se come menos. Otra de las ventajas comprobadas de este tipo de alimentación es que reduce la inflamación, porque está cargada de nutrientes. También se ha mostrado eficaz para prevenir y mantener controlados la diabetes, el colesterol malo (LDL), enfermedades cardíacas y el cáncer. Al ingerir muchas frutas y verduras, fortalece el sistema inmunológico.
Sin embargo, al eliminar grupos de alimentos podemos no estar ingiriendo nutrientes necesarios. Por ejemplo, al no tomar lácteos, es posible la carencia de calcio con todo lo que esto conlleva para los huesos. O al prescindir de los granos, se reduce el aporte de fibra. Según argumentan sus detractores, nuestro entorno y las necesidades alimenticias han evolucionado con los tiempos, incluso hemos cambiado a nivel genético, por lo que una dieta idéntica a la de los cavernícolas no encaja con nuestra forma de vida actual.
Foto: Jose Gonzalvo Vivas
Hola! Interesante artículo. En mi opinión, no hay que seguir todas las dietas a rajatabla, coger lo que nos venga mejor para nuestro organismo. Un saludo