Las empresas que operan a nivel global tienen una gran responsabilidad con el cumplimiento de los derechos humanos y fomento del desarrollo en los países donde la pobreza y la corrupción resquebrajan las garantías de un estado de derecho. Este es un tema muy sensible y de gran importancia que no hemos de dejar pasar, pues es frecuente leer informaciones que hablan de vulneración de derechos por parte de estas multinacionales (incluso pymes): hay que examinar cada caso por separado.
Las empresas tienen un impacto fundamental y directo sobre las sociedades en las que se asientan porque se convierten, en muchos casos, en los principales agentes económicos de la zona por volumen de actividad y también por su influencia social, sin despreciar el impacto ambiental. Además de esto, que es algo que se supone, las empresas tienen gran potencial para generar inversión, empleo y crecimiento, y por supuesto pueden impulsar el progreso democrático de un país, la reducción de la pobreza o la lucha contra el cambio climático.
Hay que decir que, dependiendo de la estrategia de cada empresa y de su capacidad de ver más allá, podemos fijarnos en dos tipos de empresas globales: las que generan riqueza y estimulan el desarrollo de las zonas donde operan, y las que no lo hacen. En toda simbiosis empresa-territorio existen dos puntos de vista claros: el de la empresa, que se enfrenta a retos como el impacto medioambiental o en la comunidad indígena, la vulneración de derechos y libertades o la explotación infantil; y el punto de vista de la propia comunidad, que siente que puede mejorar gracias al impulso de la empresa que se establece en su territorio.
Clara Bazán, directora de Responsabilidad Social de MAPFRE, en alusión a esta realidad, afirma claramente:
“es muy importante saber anticiparse a través de un análisis que te permita detectar dónde pueden surgir problemas para poder gestionar el proceso con una estrategia sostenible y de largo plazo”
Hay que tener en cuenta que no se trata solo de empresa y comunidad, sino que los inversores tienen un papel determinante porque necesitan sentir que su dinero está seguro, es decir, que la inversión merece la pena y no se va a poner en riesgo.
“Los inversores hoy día quieren saber que controlas tu mapa de riesgos y que has minimizado al máximo tus riesgos reputacionales, y MAPFRE está presente en 46 países”
La promoción de los derechos humanos no es un freno a la competitividad
Es frecuente la creencia de que fomentar los derechos humanos es un freno a la competitividad, pero no es así, y de hecho es fundamental para cualquier empresa que se internacionalice estar informada de la realidad de la comunidad a la que se va a unir y, por supuesto, que vele por la garantía de derechos mínimos igual que lo haría si su sede o fábrica estuviese, por poner un ejemplo, en España. De hecho, si una corporación se relaciona con proveedores que no respetan los derechos humanos se convierte directamente en corresponsable, algo que totalmente lógico.
Por tanto la garantía de unos derechos humanos y la responsabilidad de la empresa con la comunidad que la acoge son una parte necesaria e imprescindible de la estrategia de internacionalización. Sin ello es imposible generar riqueza, contribuir al progreso de la zona y que éste revierta positivamente tanto en la imagen de la propia empresa, como en su productividad y en su expansión.
Vía | Jeremy Schultz