El año pasado, 25.300 personas fallecieron en las carreteras europeas y otras 135.000 resultaron gravemente heridas. Reducir la mortalidad al volante es uno de los principales objetivos de la Comisión Europea a través del programa “Europa en movimiento”, que incluye un paquete de medidas para mejorar y modernizar el sector del transporte. Entre estas acciones se encuentra la de reforzar la seguridad de los nuevos vehículos a través de los denominados sistemas ADAS (Advanced Driver Assistance Systems) o sistemas avanzados de asistencia a la conducción.
ADAS engloba un conjunto de tecnologías que asisten al conductor. Hoy, son la base de la conducción autónoma y su implementación en los vehículos evitaría hasta un 57% de los accidentes, según la Dirección General de Tráfico (DGT). Entre sus utilidades, detectar la somnolencia y la falta de atención, reconocer y prevenir distracciones, registrar datos en accidentes, señalizar paradas de emergencia, frenar de forma automática, asistir en el mantenimiento de vehículos, detectar la presencia de peatones y ciclistas o mejorar la visión del conductor.
En España, cada vez más vehículos cuentan con alguna función ADAS, como refleja un estudio de Fundación MAPFRE que explica con detalle en qué consisten algunas de estas tecnologías, a la vez que analiza su introducción en el parque automovilístico español. Los sistemas de frenado autónomo de emergencia, el LKS (Mantenimiento activo de carril) o BSD (Detección de vehículos en ángulo muerto) son sistemas que se han popularizado ya. Sin embargo, la mayoría no se encuentran de serie, sino que se ofertan como algo opcional, y casi nunca en coches de gama media o baja, ya que no es obligatorio equipar a los vehículos con ellos.
Se estima que si todos los vehículos incorporaran la tecnología de los ADAS, se evitarían 51.000 accidentes y 60.000 heridos graves y se salvarían 10.500 vidas entre 2020 y 2030, según la DGT.