Los derivados son instrumentos de inversión cuyo valor se basa en el precio de otro activo (denominado subyacente). Estos pueden ser muy diferentes, por ejemplo, una acción, índices bursátiles, un valor de renta fija, materias primas, tipos de interés… Su valor cambia en respuesta a los cambios de precio del activo subyacente. Otras de sus características son que se liquidan en fechas futuras y que pueden operar tanto en mercados organizados (bolsas) como o no organizados (“OTC”).
El swap o permuta financiera es un tipo de derivado. Consiste en un contrato en el que cada una de la partes se compromete a intercambiar una serie de cantidades de dinero en fechas futuras. Son instrumentos muy utilizados por los bancos y grandes instituciones financieras en el curso de los negocios. Existen varios tipos, -como de materias primas, sobre tipos de cambio, de índices bursátiles y crediticios-, pero el más extendido y negociado es el de tipos de interés (IRS).
Las entidades financieras ofrecen la contratación de IRS para cubrir las subidas de los tipos de interés en productos de crédito, por ejemplo, préstamos hipotecarios de renta variable. Cuando se contrata, se pactan una serie de cobros y pagos para cuando un tipo de interés suba o baje de determinado valor, y va siempre vinculado al capital del préstamo hipotecario. De esta manera, se compensa la subida de la cuota mensual de la hipoteca cuando suben los tipos de interés. Sin embargo, cuando bajan los tipos de interés, el cliente paga a la entidad financiera una cantidad que se añade a la cuota mensual.
Sin embargo, como cualquier otro derivado, “son productos sofisticados que cuando no son utilizados como cobertura, conllevan riesgo de pérdida total de la inversión”, explica la CNMV en esta guía. Así que además de conocer cómo funcionan y realizar un seguimiento, deberás estar dispuesto a asumir un riesgo elevado y tener capacidad para afrontarlo, tal y como aconseja este organismo.
Foto: Rosh Sillars