El término gig economy surgió hará algo más de una década en los Estados Unidos y viene a englobar trabajos esporádicos que tienen, por regla general, una duración muy corta, y son muy específicos. No es exactamente lo mismo que el trabajo de un freelance o autónomo, aunque guarda parecidos razonables con ellos. Se trata de una forma alternativa de contratación que surgió a raíz de la última gran crisis económica.
No es algo nuevo pero sí podemos hablar de una tendencia al alza gracias al empleo de tecnologías hoy muy comunes. La conectividad total y las redes sociales, por ejemplo, están impulsando este sector con fuerza. En un trabajo de la gig economy, los empleados aportan todo lo necesario para el desempeño de la tarea, por ejemplo, un coche si trabajan para Uber o cualquier compañía de alquiler de vehículos con conductor.
La gig economy hace posible el trabajo esporádico deslocalizado y, en teoría, flexible. Eso sí, por lo general, es una forma de complementar los ingresos habituales más que un modo de vida en sí mismo.
Como ventajas podemos nombrarla ya sugerida (flexibilidad) y, además, la independencia y la no exclusividad con un solo cliente. La posibilidad de trabajar desde casa, o bien utilizando el propio vehículo, son atractivos para muchas personas que deciden emplearse por cuenta propia (en este sentido, igual que cualquier profesional autónomo), o complementar su salario habitual.
En el otro lado de la balanza se encuentran las desventajas, como la posible precarización laboral que conlleva este tipo de contratación o la competencia desleal.
La gig economy es una forma de uberización de la economía, según algunas opiniones. La uberización hace referencia a las plataformas de economía colaborativa que utilizan las posibilidades de Internet para que unas personas pongan a disposición de otras bienes y servicios. El término viene de Uber, como podemos imaginar, pero se refiere en general a la proliferación de plataformas de economía colaborativa.
La gig economy es una más de las opciones actuales de ofrecer o contratar servicios. Las plataformas que soportan estas relaciones laborales no han inventado la precariedad, ni son en sí mismas las culpables de que existan puestos de trabajo eventuales con muy malas condiciones, pero sí son un instrumento que los hace posibles. Las nuevas tecnologías y aplicaciones pueden contribuir a acelerar estos efectos.