
15. Léon Belly. Peregrinos yendo a La Meca. 1861
Óleo sobre lienzo 160 x 242 cm
París, Musée d’Orsay
© RMN-Grand Palais (musée d’Orsay) / Franck Raux / Stephane Marechalle
Esta exposición supone una gran novedad en el panorama internacional al recoger las grandes obras de los pintores considerados académicos en los salones parisinos del siglo XIX. Aunque la historia parece haberles concedido el papel de contrapunto necesario para la reacción del impresionismo y otras tendencias que conducen a las vanguardias, este tipo de pintura es en realidad espléndida y refinada y es considerada la última heredera de tradición de la gran pintura.
Entre la tradición y la modernidad
Los pintores de esta corriente buscaron maneras de modernizar una tradición basada en la creencia de un ideal de belleza eterno en medio de un mundo que estaba sufriendo profundas transformaciones y revoluciones económicas, políticas y sociales. Las fórmulas estéticas y morales impuestas desde el neoclasicismo se estaban agotando y estos artistas asumieron el reto de crear un equilibrio entre la tradición la necesidad de nuevos modelos, evolucionando en una sociedad de continuo cambio.
El Salón, que dependía de de la Academia de Bellas Artes francesa, se fue convirtiendo en una institución cada vez más abierta, que comenzó a difundir el gusto, adquiriendo gran influencia en la cultura no sólo francesa, sino también Europea. Es aquí donde se unirían las diferentes fuerzas que lo iban a configurar, entre ellos y por primera vez, el público y la naciente crítica de arte, protagonistas de la democratización del arte, tal y como lo entendemos hoy día.
Hacia una nueva mirada
Los artistas e intelectuales de la época fueron muy sensibles al mundo moderno, el positivismo y la industrialización, un mundo lleno de cambios y desconcertante, al que respondieron con una huída al pasado pero también explorando lo exótico y lejano, reflejando una sociedad que desaparecería en el siglo XX, pero mantuvieron su apego al desnudo clásico y un afán narrativo en las actividades artísticas y a la defensa de un kitsch sin complejos. El museo d’Orsay presta generosamente y de manera excepcional más de 80 obras de los principales artistas académicos que expusieron en el Salón como Gérôme, Ingres, Cabanel, Bouguereau, Laurens, Henner, Baudry o Meissonier junto a otros pintores que se integraron dentro del sistema expositivo del Salón, para explorar desde la tradición, nuevos horizontes, como Alma –Tadema, Gustave Moreau, Puvis de Chavannes o Coubert.
Por todo ello, parece un momento oportuno para revistar esta pintura y poderla contemplar en su complejidad y su riqueza, en su voluntad de expresar y sobreponerse a un mundo moderno, en continuo cambio.
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