Todo lo que utilizamos a diario utiliza energía para funcionar, o bien ha necesitado de energía para su fabricación. Los electrodomésticos y aparatos electrónicos, los gadgets, consumen electricidad; el coche, su combustible, ya sea diésel o gasolina, de nuevo consume electricidad. La calefacción consume gas y nos duchamos en agua caliente gracias a esa misma fuente de energía, y tus zapatos se fabricaron consumiendo energía, y contaminando también.
Esa contaminación asociada al consumo de energía es universal, y contribuye al efecto invernadero y, muy razonablemente, al calentamiento global y el cambio climático. La fuente de energía que se haya utilizado se obtiene mediante procesos, y en esos procesos se contamina. A la “totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto” se le llama huella de carbono, que es un indicador de qué tanto sostenibles (‘verdes‘) son dichos dispositivos.