El sentido del olfato es uno de los más complejos y misteriosos del cuerpo humano y, en general, de todo el reino animal. Nuestros receptores olfativos captan las partículas en suspensión en el aire y, al ser excitados, envían señales eléctricas al cerebro que se interpretan como olores.
Una de las razones por las que no tenemos, aún, robots que puedan oler es que no conocemos los fundamentos de cómo percibimos todos esos compuestos volátiles, ni cómo nuestros cerebros clasifican esa información.