Hoy en día todos tenemos algún seguro contratado. Sabemos que son necesarios para evitar pérdidas irreparables, para asumir daños involuntarios a terceros (por ejemplo, si provocamos goteras al vecino de abajo, o si le damos un golpe al coche que está aparcado delante), y también para proteger nuestros ahorros de toda una vida, para cubrir incidencias como la pérdida de una maleta en un aeropuerto, o para asegurar nuestra propia vida.
Los seguros nos acompañan en casi todo lo importante que hacemos, y protegen aquéllo que tiene un gran valor para nosotros. Los seguros son ese tipo de producto que esperamos no utilizar jamás, pero que cuando de verdad los necesitamos, nos ayudan enormemente. Y llevan con nosotros mucho, muchísimo tiempo, tanto que el primer seguro del que se conocen datos es del año 1343, lo cual constituye lo que es, posiblemente, el primero contrato de aseguramiento de la historia.
Como es lógico, decir «el primer contrato de seguro de la historia» implica conceder que puede que no sea el primer contrato que existió, sino más bien el primer contrato del que se ha encontrado registro. Puede que llevemos asegurando bienes mucho más tiempo, pero no se sabe.
Se descubrió en 1972, y con ese descubrimiento se llevó unos cuatro años más atrás la fecha que se suponía más antigua en cuanto a este tipo de contratos: se trataba de una póliza marina fechada el 13 de febrero de 1343. Este contrato (junto con el otro conservado, fechado en 1347) tiene una gran importancia porque marca la primera ruptura conocida del Mutuum Nauticum, o préstamo marítimo.
Este tipo de contrato de préstamo consistía en que una parte trasfería a otra la propiedad de cierta cantidad de cosas en peso, número, o medida con la obligación de restituir al cabo de determinado tiempo la misma cantidad, con la misma calidad. En el caso del transporte marítimo, iba un riesgo claro asociado al contrato (el barco podría no llegar a destino, junto con su mercancía).
Mientras que en la Antigüedad este tipo de contrato era suficiente, con el tiempo dejaron de ser adecuados y se empezó a redactar documentos bastante complejos con la intención de cubrir todos los casos con las fórmulas y fraseología del derecho romano.
Hasta entonces estos contratos no tenían respaldo legal, y las leyes existentes, así como algunas prohibiciones, hicieron muy compleja la labor de los notarios y abogados de establecer cómo las transacciones de seguros y los pagos de las primas podrían realizarse, y registrarse.
El seguro de bienes es algo más antiguo todavía
En la Antigüedad más remota ya se aseguraban bienes, aunque no exactamente de la misma forma que hoy en día. Por ejemplo, se podría decir que un granero para almacenar cereal era una especie de seguro de la población contra la hambruna; si una casa se derrumbaba o se incendiaba, los vecinos se comprometían a colaborar en su reconstrucción. Esto se daba esencialmente en economías que no estaban basadas en la moneda.
Otra forma de asegurar transacciones comerciales era diversificar el riesgo: si había que transportar algo por mar, o por los ríos, se dividía la carga entre varios transportes de manera que fuese difícil perderlo todo, y por tanto perder el intercambio comercial.
Los babilonios tenían un sistema de «seguro» que fue registrado en el Código de Hammurabi aproximadamente en el 1750 antes de Cristo, y aplicado al comercio marítimo, por el cual si un comerciante recibía un préstamo para financiar el envío, tendría que pagar una suma adicional al prestamista para el caso de que sufriese un abordaje o naufragase el barco. De esta manera el prestamista recibiría una compensación a priori a cambio de la garantía de que, en caso de una desgracia, el préstamo se cancelaría.
Existen numerosas estrategias de diversificación de riesgo y de compensación por pérdidas a lo largo de toda la historia de la Humanidad, mucho antes de que existiesen contratos legales al respecto, y seguramente existieron desde que existe el mercado como tal, como intercambio de bienes entre individuos o grupos.
Vía | JStor
Más información sobre la historia del seguro | Museo del Seguro de Fundación MAPFRE