A medida que ha crecido el uso de internet y de smartphones, tabletas y ordenadores, también ha aumentado la intimidación que se hace a través de estos aparatos. En España un 6,9% de los estudiantes considera que ha sufrido ciberacoso, según la organización Save the Children. Y de los seis de cada diez niños que han recibido insultos, un tercio ha sido a través del móvil o Internet.
Es la cara B de las nuevas tecnologías, tan útiles y a la vez tan peligrosas para los menores.
¿Cuándo se considera que existe ciberacoso? Conocido también como ciberbullying, este problema se produce cuando un chico, alumno o adolescente maltrata de forma intencionada -mediante amenazas, insultos, coacciones, chantajes, vejaciones o calumnias- a otro menor a través de un dispositivo electrónico; y ese ataque se materializa en redes sociales, chats o programas de mensajería instantánea tipo WhatsApp y Facebook Messsenger.
Por otro lado, lo que se conoce como grooming también consiste en acosar a un menor, pero el que lo realiza es un adulto y lo hace con una intención sexual. “En esta modalidad de acoso las situaciones de peligro para los menores son más sutiles y latentes. Son acciones realizadas para establecer, de forma deliberada, una relación y control emocional sobre un menor, con el fin de preparar el terreno para el abuso sexual”, explica la Asociación Española de Pediatría (AEP). Al contactar con los menores, primero intentan hacerse su amigo, y una vez que se han ganado su confianza, les piden que participen en “actos de naturaleza sexual, grabación de imágenes o toma de fotografías”, señala la AEP.
Para prevenir el ciberacoso, los padres deben tomar algunas precauciones. Un buen comienzo es hablar con los menores sobre ello y educarles para reconocer comportamientos inadecuados. También es básico que entiendan lo importante que es no revelar datos identificativos (dirección, teléfono número, escuela, número de tarjeta de crédito, etc.) ni contraseñas.
Lo único bueno de este acoso digital es que, generalmente, los mensajes y las fotos quedan guardados, lo que facilita que los menores se los muestren a alguien para que les pueda ayudar.