Tu coche y tú debéis encontraros en las mejores condiciones para afrontar un viaje por carretera. Prepararlo con la suficiente antelación resulta primordial. Lo primero, una revisión al coche en el taller para hacerle una puesta a punto. Así te aseguras de que todo está correcto: nivel de aceite y anticongelante, líquido de frenos, neumáticos, suspensión, encendido, inyección, batería, bujías, filtros, cables, manguitos, abrazaderas, luces, limpiaparabrisas y recambios necesarios.
Con el vehículo revisado, el día antes del viaje procura descansar, sobre todo si este es largo. Intenta viajar por la mañana y evita que sea después de la comida (más si ha sido copiosa). Comprueba que los espejos están en la posición correcta para ti. Coloca el equipaje de tal manera que no quede nada suelto en el interior del vehículo, todo en el maletero. Sí, sabemos que esto es difícil de lograr, pero en caso de accidente hasta un peluche se convierte en un objeto peligroso al impactar con una persona.
Si viajas con niños y adolescentes, procura que se entretengan con lo que a ellos más les guste (consolas, libros, películas…). Así se les pasará más rápido y no se alborotarán, lo que puede distraer la atención del conductor. Los más pequeños, siempre sentados en una sillita homologada y adecuada a su altura y peso.
Ya al volante, elige, si es posible, autopistas y autovías. Haz una parada a las dos horas o 200 kilómetros recorridos para estirar las piernas, airearte, tomar un café o un refresco, comer algo ligero e ir al servicio (si fuera necesario). Se calcula que entre el 20 y el 30 % de los accidentes se deben a la fatiga. Concéntrate en la conducción y evita cualquier distracción (son la primera causa de accidente). Y, por supuesto, respeta la normas de circulación y al resto de conductores.
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