La ortorexia es un concepto que se refiere a una «preocupación obsesiva por la ingestión de alimentos sanos que lleva a situaciones como el aislamiento social, sentimientos de culpabilidad por haber ingerido alimentos que no son sanos, o incluso la preferencia del ayuno frente al consumo de dichos alimentos».
Es decir, se trata de la obsesión por la alimentación sana y, como toda obsesión, se sitúa en un extremo. Cualquier persona se preocupa por su alimentación y por evitar ciertos tipos de alimentos (o, al menos, procura no abusar de ellos), pero cuando esa preocupación se convierte en patológica, empiezan los problemas.
Este comportamiento puede originarse a partir de la sana preocupación por la alimentación saludable. Elegir bien con qué nos alimentamos, en qué cantidades y qué descartamos es algo positivo, siempre que no se convierta en una obsesión.
Cualquiera puede desarrollar esta patología, pero son las personas más exigentes consigo mismas y con los demás, o las que tienen un carácter estricto, aquellas a las que les gusta planificar y llevar un control exhaustivo sobre su vida las que tienen más posibilidades de caer en la ortorexia.
Las personas preocupadas en exceso por su físico, jóvenes en general, y más mujeres que hombres, también son propensas a padecer este trastorno. Se suele asociar la alimentación sana con mantener una buena imagen física, y en ocasiones se trata de alcanzar ese ideal físico a través de la dieta.
Pero también existen otros perfiles de riesgo como, por ejemplo, los deportistas. En muchos casos, los deportistas (sobre todo de élite, profesionales o semiprofesionales) cuidan o adaptan su alimentación al tipo de entrenamiento que desarrollan, de manera que pueden terminar consumiendo solamente los alimentos que consideran adecuados para sus objetivos.
En palabras de Steven Bratman, el psiquiatra que acuñó el término ortorexia en 2000, «el paciente focaliza su vida cada vez más alrededor de la conducta alimentaria y se va aislando, ya que puede hacer menos cosas, como ir a restaurantes. Se va quedando cada vez más alejado de actividades normales y va provocando un aislamiento social».
Además, la presión social, la de la industria alimentaria y, en concreto, la de las redes sociales, ayudan a difundir prácticas alimentarias poco recomendables originadas en los consejos de supuestos «gurús» que, en realidad, no lo son. El escepticismo ante los mensajes que abundan en las redes sobre alimentos «correctos» frente a los «prohibidos» nos puede ayudar a sortear estos riesgos para la salud.