Como españoles, hemos de reconocer que somos expertos en cenar con contundencia. Cenamos mucho, y muy tarde en líneas generales, y eso se suele traducir en sueño de mala calidad, digestiones pesadas y también en un aumento de peso. Consumimos desde pan hasta carne roja, pasta o arroz, y en general, alimentos que son muy sanos, pero que a partir de cierta hora del día no es recomendable ingerir. Por no hablar de que no es raro beber un vaso de vino o una cerveza, lo que contribuye a generar un cóctel poco saludable justo cuando nos vamos a dormir. ¿Por qué no es bueno cenar fuerte?
Ante todo, sentido común
Un desayuno completo y fuerte, una comida principal saludable y equilibrada, y una cena ligera sería el ideal para todo el mundo. Añadimos las dos comidas intermedias (a media mañana, a media tarde) y ya tenemos nuestra necesidades cubiertas y algún beneficio extra. Primero, hablamos de poner en práctica hábitos saludables, de comer mejor y controlar la ingesta de calorías por la noche, que es cuando el cuerpo quema menos energía, y de trasladar esa ingesta a la mañana, momento en el que necesitamos todo el combustible posible para «comernos» el día.
De este modo, si nos planteamos una cena en forma de pizza, con sus quesos, sus salsas, sus refrescos carbonatados, o su cerveza, nos iremos a la cama no solo con un exceso de calorías, sino con el estómago lleno y una penosa digestión por delante. Y eso se traducirá en unos gramos de más hoy, otros mañana y unos cuantos kilos pasadas semanas.
Con todo, la cena pesada no es el mayor de los problemas: existe algo llamado síndrome de la comida nocturna (night eating syndrome, más concreto, en inglés). Esto es algo que le ocurre a mucha gente, no es otra cosa que esa pequeña visita a la nevera para picar algo cuando ya es de noche, que de forma aislada o casual no es nada de importancia, pero que si es una costumbre termina siendo un problema real. Como se anota en este artículo (en inglés), «comer a horas intempestivas [cuando no toca] puede echar a perder los ciclos metabólicos del cuerpo, lo que nos lleva a ganar peso y otros problemas«.
De acuerdo con ese artículo, cuando comemos por la noche, tarde, el cuerpo tiende a almacenar el exceso de calorías en forma de grasa, antes de dedicarla a conseguir energía, lo cual tiene cierta lógica porque estamos hablando de una hora en la que rompemos el ciclo normal, que debería corresponderse al sueño. Es como si el cuerpo no tuviese previsto comer, y por tanto trata los alimentos de forma diferente, o eso nos quieren transmitir en el estudio.
Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un pobre
Este dicho popular estadounidense resume a la perfección lo que debería ser, en líneas generales, un reparto equilibrado de calorías durante el día. La realidad es bien distinta, y en los EE.UU. se estima que el reparto calórico entre desayuno, almuerzo y cena es aproximadamente del 17%, 24% y 34%, respectivamente. En España no debe ser muy diferente, sobre todo vistas las costumbres generales y los, también en general, malos horarios que tenemos: nos levantamos no tan temprano, comemos muy tarde, y cenamos a partir de las 10 de la noche. Si a ello sumamos la irregularidad en el sueño, y el sedentarismo, nos haremos una idea de los peligros para la salud que entraña nuestro día a día.
Foto | russellstreet
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