Cada día, en el supermercado, los puestos de fruta fresca se ordenan cuidadosamente y nos ofrecen una imagen ideal: las frutas son perfectas, las manzanas redondas y de colores vivos; los kiwis del mismo «corte»; melones y sandías estupendos que nos refrescarán este verano.
Una fruta así de perfecta nos parece natural, y lo es, qué duda cabe, pero por cada manzana perfecta pueden existir dos, o tres que presenten imperfecciones. Elegimos instintivamente las mejores a la vista y desechamos las feas, pero ¿tiene sentido hacerlo así? ¿Son mejores las frutas más perfectas a la vista?
Las abuelas solían decir que las mejores ciruelas son las que tienen un «picotazo» de pájaro: eran las más dulces. La sabiduría popular tiene toda la razón, y cuando probábamos esa ciruela «picada» su sabor era indescriptible. Hoy en día es complicado encontrar una de las mejores ciruelas en el mercado, porque probablemente no pasa el filtro y se desecha antes de nada. Pasa lo mismo con los tomates, por ejemplo, que si no pasan un control de calidad alimentaria en cuando a sus proporciones físicas, se dedican a otros menesteres y no a su venta al público.
Partimos de una base: la fruta fea y la bonita pueden proporcionarnos al menos los mismos beneficios. No hay una razón de peso que indique lo contrario. El quid de la cuestión es que la fruta imperfecta, o con «cicatrices» podría ser más beneficiosa, o por lo menos de mejor calidad tanto en el gusto como en sus otras propiedades. No existen estudios oficiales que confirmen esto, pero sí algunos ensayos extraoficiales.
Eliza Greenman trabaja con manzanos en Virginia, EE.UU., midió los niveles de azúcar en una variedad de manzanas que se utilizan allí para elaborar sidra, y de sus mediciones estimó que las manzanas más castigadas por insectos, hongos y enfermedades en general, disponían de entre un 2% y un 5% más de azúcares, algo positivo para elaborar una mejor sidra. Además el nivel de antioxidantes era superior en las manzanas «feas».
Su suposición es que una manzana que haya resistido esas agresiones sin perder la batalla es una manzana mejor. Es posible que su concepto de estrés como potenciador de las propiedades saludables de una fruta nos parezca exagerado, pero si pensamos a la inversa vemos cómo eso parece tener bastante sentido: un estudio de 2014 señala que la producción de antioxidantes en una fruta se puede reducir cuantos más pesticidas se apliquen:
cuantos más pesticidas son rociados para disuadir a las plagas, menos cantidad de antioxidantes debe producir la planta por sí misma, lo que resulta en una fruta o verdura que tiene de un 16 a un 19 por ciento menos antioxidantes que los productos orgánicos.
De nuevo, podemos ver que la lógica no es mala, puesto que si la fruta se encuentra con menos amenazas (frenadas ya por los pesticidas), menos tendrá que «luchar» para sobrevivir. Sea como sea, la fruta señalada o marcada no es peor, simplemente es menos atractiva a la vista. Si en el fondo tiene más beneficios que ofrecernos, tanto mejor, ¿verdad?
Vía | NPR blogs