Conducir es una actividad compleja que requiere de atención y de un buen estado físico y mental. Necesitamos estar atentos a un entorno complejo, tener cierta resistencia si hacemos viajes largos, mantener la atención de noche con un tiempo complicado, gestionar cualquier imprevisto… Es decir, necesitamos estar a tope, en pocas palabras, para salir a la carretera con garantías.
La dieta es uno de los elementos clave en la seguridad de nuestra conducción, pero es curioso comprobar cómo no se le presta la debida atención. No hablamos de dietas para perder peso, ni dietas especiales relacionadas con la salud en general, sino que hablamos de las reglas que seguimos para alimentarnos antes y durante un viaje. Reglas como, por ejemplo, dejar el cochinillo con sus patatas y guarnición para cuando lleguemos al destino.
La dieta es un sistema de seguridad activa
Por lo general, las personas solemos racionalizar las cosas, y a veces dejamos de atender a elementos de gran importancia, y decisivos para nuestra seguridad. Por ejemplo, nadie en su sano juicio sale sin ajustarse el cinturón de seguridad, o sin revisar el buen estado de mantenimiento del coche, pero no tenemos en cuenta que hincharnos con el gas de los refrescos, comer demasiado o comer incorrectamente es bastante peligroso. O que, al menos, nos hace asumir un riesgo que podemos evitar.
El problema viene, o puede venir, por dos frentes. Normalmente, tras una comida pesada el cuerpo se pone manos a la obra y dedica energía a la tarea de la digestión. Esta digestión puede ser ligera, normal, o pesada y si es una digestión pesada, el cuerpo necesitará dedicar más energías: aparece la somnolencia. Y la somnolencia en sí misma es una causa de riesgo alto en la conducción.
La somnolencia no es el único peligro de una alimentación errónea en el viaje, o antes del mismo, sino que una acidez inoportuna, o efectos, digamos, “colaterales” de la digestión de ciertos alimentos como los picantes o las legumbres, hacen del viaje y de la conducción una incomodidad. Y no es algo para tomarse a broma, porque todos conocemos los efectos de una comida pesada en nuestras casas, así que imaginar la pesadez de hacerlo en coche es inmediato.
La acidez es muy incómoda, y estos son algunos alimentos que la pueden favorecer:
- café
- alcohol
- grasas
- ajo
- chocolate
- bebidas de cola
- té
- menta
- picante
Lógicamente, dependerá de la cantidad ingerida, de la sensibilidad del conductor, y más factores que influyen, pero la idea es que no hay por qué tomar riesgos si lo que vamos a hacer es conducir. Es mejor plantearse el viaje como una actividad física y mental exigente, y alimentarse en condiciones: buena hidratación (agua, básicamente, o zumos sin aditivos), alimentación completa y variada, pero ligera, preferiblemente dieta mediterránea, evitar grasas, fritos y carnes rojas, y por supuesto, el alcohol ni en pintura.
No es ningún juego, y la comilona que nos merecemos (pero con moderación) puede esperar a que lleguemos a destino, donde nos podremos relajar, disfrutar con la familia o los amigos, hacer buena sobremesa, y quizás dormir una siestecita. En ruta, vayamos a lo práctico y a lo seguro. Recuérdalo esta Semana Santa cuando salgas de viaje.
Foto | Jorge Díaz