La felicidad a veces es una utopía, o eso nos parece. Pensamos que para ser felices necesitamos una revolución en nuestras vidas, una lotería que puede ser económica o emocional, y emplazamos la felicidad en el futuro, y siempre asociada a un cambio muy grande, casi una revolución de nuestro día a día. Además, la percepción de la felicidad depende mucho de las expectativas y es muy subjetiva.
Sin embargo, la felicidad (en su justa medida) se puede alcanzar de otra manera, paso a paso y sin necesidad de romper con el día a día, con que nos toque esa lotería en forma de millones o en otro sentido. Hay pequeñas cosas que podemos hacer que nos permitirán sentirnos mejor, y que además están a nuestro alcance.
Nuestra vida diaria está plagada de estímulos, y hoy en día, mucho más gracias a los smartphones y las redes sociales. No hay cosa que nos estrese más (aunque no lo creamos) que las múltiples notificaciones que recibimos durante todo el día, y aun peor, la sensación de urgencia o necesidad por comprobar qué significa cada notificación.
Por eso, enfocarse en lo que hacemos nosotros más que en lo que estarán haciendo los demás es lo inteligente. Y no hablamos solo de hacerlo en el trabajo, podemos poner esto en práctica en las vacaciones porque, ¿qué hay más importante que disfrutar de un descanso completo, sin interrupciones?
De la misma forma, las interrupciones en nuestras relaciones personales (conversaciones, por ejemplo cuando estamos cenando o tomando un café con amigos) por atender una notificación, por enviar un mensaje o leer los mensajes de otros que no están con nosotros físicamente son una fuente de infelicidad, tanto para ese tercero que está siendo ignorado, como para nosotros, al menos a largo plazo. ¿Prefieres ser esa persona con la que la gente quiere estar y charlar? Deja los mensajes tranquilos.
El equivalente a esto último en el trabajo es dejar la multitarea: no atender a varias cosas «a la vez» para encontrarnos con que no somos capaces de terminar ninguna con éxito. La multitarea no es eficiente, y lo que es peor, nos provoca el estrés de saber que tenemos varios frentes abiertos y que quizás no seamos capaces de completarlos con éxito. No a la multitarea, serás más feliz.
No interrumpir a otras personas mientras hablas es otra vía para sentirse mejor con uno mismo. Interrumpir en una conversación es de mala educación (como todos sabemos), pero además juega en contra de nuestra felicidad: interrumpimos y por tanto demostramos poco aprecio por las opiniones de otros, ¿podemos esperar respeto a cambio?
El exceso de información que nos rodea hace que, a veces, demos demasiada importancia a las opiniones de personas que desconocemos y que no influyen en nuestra vida. Las redes sociales tienen la importancia justa, y por qué no decirlo, no son en absoluto importantes en comparación con las personas que nos importan de verdad, las que nos rodean. Separar e identificar quién nos importa y quién no tanto, es fundamental para ser más felices.
Por último, pero no menos importante, cuando las cosas van mal hemos de ser positivos: en lugar de hablar de todo lo que está mal, de todo lo que no salió bien, pensemos en cómo mejorar, cómo variar la tendencia, cómo cambiar las cosas. Ser felices también es una cuestión de actitud