El pánico al volante puede llevar a algunas personas a dejar de conducir por completo. Un problema conocido como «amaxofobia incapacitante», padecido en España por 1,5 millones de personas. Y 8,5 millones sienten miedo al conducir (un 33 % de los conductores) y pueden sufrir palpitaciones, sudoración profusa, temblores o náuseas.
Normalmente, la amaxofobia se desencadena por tres motivos: o se ha vivido o presenciado un accidente, o se lleva mucho tiempo sin conducir o por sentir inseguridad, ansiedad y estrés e incluso depresión. Sea cual sea el origen, esta fobia puede superarse.
Si proviene de una experiencia impactante por un accidente, debes acudir a un psicólogo especializado. Sobre todo en el caso de haber perdido a un ser querido, te ayudará a superar el estrés postraumático. Cuando el problema es que «se te ha olvidado» conducir y te da pavor enfrentarte a la circulación, recurre a una autoescuela para reciclar tus conocimientos e incluso volver a dar alguna clase práctica. Si te encuentras en un estado de ansiedad y estrés permanente por preocupaciones de tu vida cotidiana, necesitas solucionar ese problema con especialistas para luego enfrentarte a la carretera.
Como sucede con el miedo a volar en avión, la terapia incluye conducir el coche. Con dar la vuelta a la manzana es suficiente para empezar. A la velocidad que te sientas más cómodo, no importa ir lento y que te adelanten otros coches. Y para en un sitio adecuado para ello cuando te entre el miedo. Eso sí, cada día un poco más lejos y, si lo prefieres, acompañado por alguien de tu confianza o con una música relajante. Otro recurso sencillo y eficaz: respirar profundamente y exhalar el aire muy muy despacio, concentrándote en ello.
La mayoría de las personas amaxofóbicas en España son mujeres, según un estudio de la Fundación MAPFRE. Los hombres la padecen mucho menos y suele producirse por la inseguridad de ver mermadas las capacidades una vez rebasados los 60 años.