Los últimos meses y años nos han traído debates intensos acerca de cuántas horas debemos dormir para mejorar nuestro descanso y salud, en cómo puede influir en tu jornada laboral la falta de descanso o la relación entre falta de sueño y la obesidad infantil. Dormir es un placer, pero también una necesidad muy importante que no debemos descuidar, de ahí que debamos pararnos a entender para qué sirve este mecanismo de descanso, y por qué es importante no alterarlo de manera consciente.
El sueño es una función clave para nuestra salud. En 2007, la Organización Mundial de la Salud ha descrito el turno de noche de algunos trabajos como un posible carcinógeno para el ser humano debido a que rompe los ciclos naturales de sueño. Se han realizado estudios que no descartan en absoluto que los turnos de trabajo que promueven la «privación del sueño«, o cambios importantes en los ritmos circadianos (los ritmos que marcan cambios físicos, mentales y conductuales según un ciclo diario que responde, principalmente, a la luz y la oscuridad), puedan ser muy perjudiciales para la salud a largo plazo, incluso elevando el riesgo de padecer cáncer de pulmón.
¿Por qué sucede esto? El cerebro, cuando está despierto, está optimizado para recopilar los estímulos externos, mientras que el cerebro dormido trabaja para consolidar la información. Es como si de día nuestro cerebro grabase todo lo que percibimos a través de los sentidos, y por la noche lo organizase y editase para fijarlo de alguna manera. Así aprendemos, consolidamos y memorizamos.
De hecho, es todavía más complejo que esto, ya que el cerebro es capaz de decidir qué recuerdos conservar y cuáles desechar. Es decir, es capaz de decidir qué es relevante para nosotros y qué no.
Que el cerebro funcione de esta manera no quiere decir que lo haga siempre bien. Tras situaciones de gran estrés, o de estrés postraumático, no es buena idea dormir inmediatamente (el cerebro fijará recuerdos poco recomendables). Por ejemplo, para evitar que los recuerdos queden grabados a largo plazo, los soldados que viven experiencias límite deben permanecer despiertos de seis a ocho horas, según la neurocientífica Gina Poe de la Universidad de California en Los Ángeles.
El sueño es el período de mantenimiento del cerebro. Durante las horas de descanso se «limpia» de desechos y se dedica a conservar en forma de recuerdos a largo plazo los aprendizajes esenciales y aquello que nos es de provecho.
Aparte de esto, existe un proceso de limpieza física de desechos metabólicos. Durante el sueño, las neuronas se «deshinchan» y permiten que el líquido cefalorraquídeo fluya entre las neuronas, limpiando esos desechos y consiguiendo, a la postre, un descanso reparador. Y nunca mejor dicho.