Las ciudades están creciendo de forma exponencial. Las urbes, que conforman el lugar donde interactuamos social, política, cultural y económicamente, están afrontando un importante desafío demográfico después de que se haya ido experimentado una migración sin precedentes desde el mundo rural al urbano (especialmente en regiones de África, Asia y América Latina); los expertos confirman que ese “efecto llamada” del campo a las urbes se agudizará y en dos décadas, el 61% de la humanidad vivirá en ciudades.
Una situación de crecimiento desmesurado y demasiado rápido, sin la adecuada adaptación, que incide directamente en la creación de zonas deprimidas, sin infraestructuras, con una decadencia de nuestros pueblos y sin viviendas dignas. Se calcula en mil millones la población del mundo que vive en casas que no son habitables y más de 100 millones los que carecen por completo de hogar.
Y más allá de otro problema importante que genera este éxodo (la incidencia que ese crecimiento inmoderado de las urbes tiene sobre el medio ambiente y sobre el cambio climático), es necesario seguir reflexionando sobre el estado de cada ciudad.
Trabajar todos juntos con diferentes acciones que permitan ofrecer a la población una vida mejor.
Trabajar por conseguir que la relevancia que tienen las ciudades se refleje en su evolución como centros urbanos sostenibles, donde han sabido integrar lo verde urbano, reducir las emisiones de CO2 al medio ambiente, conservar los recursos naturales, abogar por la movilidad sostenible, la economía circular y las energías renovales.
Ciudades sostenibles
Las ciudades son los motores del auge y por eso se debe evitar aquello -como los asentamientos urbanos precarios– que fomente el desempleo, la pobreza, delincuencia y los problemas de salud pública. Respetar el derecho a vivir en paz y con dignidad y a tener acceso a la seguridad, la justicia, la educación y los servicios básicos.
Pero, dentro de esos cambios necesarios para ayudar a mejorar el estado actual de las urbes y, por tanto, de nuestro hábitat, se convierte en necesario recordar la importancia y la relevancia de las ciudades como agentes importantes en la sostenibilidad.
Una realidad no vinculada solamente al medio ambiente, sino también a los aspectos sociales y de buen gobierno de nuestras sociedades. Con iniciativas en las que las empresas y las instituciones -y la estrecha colaboración y cooperación de todas las partes- tienen un peso importante. Y no sólo en lo referente a objetivos medioambientales, sino a logros humanos, sociales, de desarrollo humano y de reducción de desigualdades.
Formas de vida de calidad y con igualdad de oportunidades.