Más de la mitad de los habitantes del planeta viven en ciudades; fue ya en 2007 cuando la población de la Tierra alcanzó el equilibrio entre el mundo rural y el urbano, una tendencia que no hará sino acrecentarse. Los expertos confirman que ese “efecto llamada” del campo a las urbes se agudizará y en dos décadas, el 61% de la humanidad vivirá en ciudades.
Estas cifras obligan a pararse y pensar sobre los retos medioambientales que tendrán que asumir las ciudades del Siglo XXI por parte de todos: los que proyectan y construyen y los que las habitamos.
Así, las claves que marcarán el futuro de las metrópolis son la calidad del aire, la disponibilidad de agua, el cambio climático, el urbanismo y el transporte y la energía.
Grandes retos contra el ambio climático
El necesario desarrollo sostenible se ha convertido en una carrera de fondo aplicada en el seno de las urbes. Por eso, el metabolismo urbano va a experimentar cambios radicales en los próximos años bajo la presión inexorable del cambio climático. Cada vez son más habituales las alertas sobre la calidad del aire en los centros urbanos, siendo uno de los principales puntos débiles de mucha de las grandes capitales: México, España, China…
A ello se suma el reto de la escasez de agua. Los periodos de sequía de los últimos años han sido más marcados y han puesto a prueba la capacidad de reacción de muchas ciudades ante algo que podría volverse realidad cotidiana en zonas que no son generadoras de recursos hídricos. Por eso, debe cambiar el modelo de desarrollo actual, altamente consumidor de agua y tendente a la construcción de viviendas dispersas y viviendas secundarias infrautilizadas.
El cuarto gran reto que tienen que afrontar las urbes del siglo XXI es su planificación. Hay que olvidar la creencia equivocada de que planear la ciudad para hacer de ella un exponente de la sostenibilidad es encorsetar su crecimiento y desarrollo. Al contrario, se ha vuelto algo urgente.
En esa línea, hay que recordar que el reto del ahorro y de la eficiencia energética está estrechamente ligado al del urbanismo. Así, la sostenibilidad va dejando paso al urbanismo energético. Por eso es necesario idear y pensar la ciudad desde el punto de vista de la eficiencia energética, con fórmulas de reducción del consumo de las energías convencionales y con el desarrollo de otras renovables. Esto está estrechamente ligado a la movilidad, por la que es necesario alcanzar cotas de alta eficiencia energética (y baja contaminación) en los medios de locomoción, dando especial prioridad al transporte público.
Para todo ello es clave la concienciación ciudadana. Sin ella, no será posible llevar a buen puerto esa necesaria reconversión y reinvención de las ciudades.