Educar a los niños en el consumo responsable es muy necesario, pues son ellos quienes, en el futuro, heredarán nuestro mundo. Y, con él, heredarán la responsabilidad de cuidarlo y hacer que sea un mundo sostenible, capaz de darnos lo que necesitamos. Por eso conviene enseñarles, desde muy pequeños, el ahorro energético, que no es otra cosa que hacer un uso responsable de la energía en cualquiera de sus fuentes, pero, principalmente, electricidad y gas natural para la calefacción.
¿Cómo explicar el ahorro energético a los niños?
Lo más indicado es predicar con el ejemplo, pero siempre explicando las razones por las que hemos de cuidarnos bien de no malgastar la energía. Por ejemplo, no debemos dejar las luces encendidas, o dejar correr el agua caliente.
Es necesario explicar a los niños la existencia de fuentes de energía renovables, como el sol, el viento o la fuerza del agua, y la existencia de fuentes de energía que se agotan, como el petróleo, el carbón o el gas natural.
Sobre estas energías no renovables, además, es bueno explicar los efectos de su consumo excesivo, como el aumento de emisiones contaminantes y de la polución.
Cómo podemos involucrar a los niños en el ahorro energético
Con los niños, lo que mejor funciona es utilizar el juego para enseñar estos conceptos importantes. Ya sea mediante la aplicación de roles como, por ejemplo, designar un «vigilante de las luces» que vele por que no se quede nada encendido si no es necesario, hasta utilizar juegos educativos.
Lo más importante es utilizar los argumentos correctos. Utilizar la energía con inteligencia es clave para no desperdiciarla. Explicar que, al reducir la frecuencia de los baños e introducir la ducha como alternativa (cuando los niños crecen un poco), estaremos contribuyendo a gastar menos energía y a contaminar menos, ayudando así al planeta.
O que, si no vamos a utilizar un dispositivo, como la televisión, merece la pena desenchufarla para evitar el consumo acumulado del «stand-by». Por tanto, la enseñanza se debe dirigir a utilizar los dispositivos que necesitemos en cada momento, y evitar usos como tener la tele de fondo, o las luces del pasillo encendidas si estamos en una habitación determinada.
Implicar a los niños de forma consciente en el ahorro energético es la mejor manera de que estas enseñanzas se conviertan en hábitos que practicarán durante toda su vida y que transmitirán a sus propios hijos, llegado el momento.