Las turborrotondas han copado la información de las últimas semanas, pero en realidad son un invento de hace unos cuantos años, cuando en 1996 se desarrolló la primera versión de las mismas, en Holanda. No es nada nuevo, por tanto, pero sí que es relativamente desconocido en España, donde se instaló la primera en 2009 en Grado, como una solución para dar fluidez a una intersección sin dejar «cabos sueltos». ¿Qué significa esto?
Si pensamos en una rotonda normal, tenemos dos o tres carriles que sirven para repartir el tráfico entre las diferentes opciones de salida, siempre dejando libertad a los conductores para elegir el carril (de acuerdo a las sencillas normas que rigen las glorietas), y permitiendo dar una vuelta completa a la misma si nos hemos equivocado. Esto casi siempre es una fuente de conflictos, e incluso se dan casos de colisiones por alcance. Con las turborrotondas, esto en teoría no debería ocurrir.
El funcionamiento de la turborrotonda
Una turborrotonda tiene un funcionamiento muy sencillo. Básicamente, antes de llegar a ella ya habremos elegido el carril por el que circularemos. Con esto se consigue eliminar la duda de los conductores una vez llegan a la glorieta. Al elegir previamente el carril, podremos solucionar la intersección con mucha celeridad, de ahí el prefijo «turbo» con el que se las denomina.
Para elegir correctamente, está claro que hay que disponer la señalización adecuada para ser vista con tiempo de antelación suficiente, y de hecho se recomienda tener las señales dispuestas y bien visibles, al menos, a 400 metros de la rotonda, con recordatorios a medida que nos vamos acercando. Como podemos imaginar, que una turborrotonda sea útil, o no, depende del conductor y de lo que pueda anticipar su dirección final.
En este tipo de glorieta no se puede cambiar de carril una vez elegido, no existe propiamente el «carril exterior» o el «carril interior», y prácticamente debemos preocuparnos de lo que comentamos antes: elegir bien el carril. No suele darse la opción de rodear completamente la glorieta, por esto es importante saber a dónde vamos. La probabilidad de colisión lateral (por no respetar los carriles) disminuye notablemente. Pero, en realidad, no es cero.
¿Por qué no es cero? Porque las rotondas y las turborrotondas tienen el mismo problema: el conductor que no respeta la disciplina de carril. Sí, en las ‘turbo’ hay línea continua que impide el cambio de carril, pero solo en teoría y sobre el papel, porque sabemos que existen conductores que pasan por las líneas continuas sin mayores problemas morales (desde su punto de vista). Si un conductor irrespetuoso con las normas se encuentra una turboglorieta y ve que se ha equivocado, probablemente se salte la continua.
La turborrotonda como infraestructura está muy conseguida, es muy eficaz y además incrementa la capacidad de tráfico en su interior en, al menos, un 35% con respecto a la rotonda tradicional. Esto es así porque el tráfico se reparte más rápidamente, y por tanto «caben» más coches por segundo en esta intersección. El problema que pueden tener es, lamentándolo mucho, que un conductor llegue a la turborrotonda y no sepa qué hacer.
Vía | canalMotor
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