El coche autónomo genera una gran cantidad de dudas en todos los ámbitos, desde el de la propia conducción, pasando por aspectos legales y, sobre todo, atendiendo al caso en que se produzca una colisión en la que dicho vehículo esté involucrado. Esto es muy importante porque es uno de los principales motivos por los que las personas desconfían de los coches: si tengo un accidente, ¿quién se hará cargo de las reparaciones?
Esta cuestión también presenta interés desde el punto de vista de la compañía aseguradora, porque pasaremos de un escenario en el que existen dos conductores iguales, es decir, dos personas, a un escenario en el que se vean involucradas una persona y una máquina… o dos máquinas. Los mecanismos para evaluar las responsabilidades, y además las premisas para calcular el riesgo son muy diferentes.
¿Quién tiene la culpa en un accidente con un coche autónomo? ¿Quién asume la responsabilidad?
Tenemos dos conceptos muy diferentes: la culpa y la responsabilidad. En el primer caso, culpa se entiende como determinar de quién ha sido la acción que inicia todo el proceso que desemboca en una colisión. Por ejemplo, si uno de los dos conductores efectúa un giro indebido y se provoca el accidente, ya tenemos un “culpable”.
La responsabilidad, por otro lado, se refiere a quién asume el pago de los gastos ocasionados tras la colisión. En el caso de un coche autónomo, tenemos tres posibles responsables: el ocupante; el fabricante del vehículo; el software, y por extensión sus desarrolladores.
Esta es una difícil tesitura, pero empecemos por el principio: si el coche es 100% autónomo, tenemos que eliminar al ocupante como posible responsable. ¡No puede hacer nada para controlar el coche! En ese caso, tenemos dos posibles responsables entonces, el fabricante y los diferentes desarrolladores de los distintos sistemas en el coche.
Pedir cuentas a una compañía que fabrica el sistema de frenado (por poner un ejemplo), o a la compañía que desarrolló el software de control del LiDAR, o a quien diseñó el algoritmo que permite efectuar una maniobra de esquiva puede ser poco menos que una auténtica locura desde el punto de vista de las leyes, y sobre todo de los seguros.
Lo más práctico sería que el fabricante del vehículo fuese responsable, asumiendo y depurando internamente las responsabilidades concretas, además de efectuando las actualizaciones necesarias para que el fallo que lleva a un accidente no se vuelva a repetir. Esto, por ejemplo, es lo que asume Volvo para cuando sus coches 100% autónomos estén en las calles.
Entonces, no se debe confundir la culpa con la responsabilidad, ni el hecho de que Volvo diga que asumirá toda la responsabilidad por daños provocados por sus coches va a significar que el otro implicado, si es un humano, saldrá siempre exculpado. Es más, a priori, es más fácil que el accidente sea culpa del conductor humano que del conductor informático.
No en vano, el peor accidente del coche autónomo de Google fue un accidente provocado por un error humano, ya que sucedió en una intersección en la que el coche de Google tenía preferencia, y una furgoneta de reparto se saltó el semáforo en rojo para impactar contra el lateral del Lexus autónomo.
La única vez que Google asumió la culpa por un error en la unidad autónoma fue por una confusión entre un autobús y el prototipo, que se saldó con unos arañazos en un lateral. El autobús circulaba a unos 25 km/h, y el coche de Google a la vertiginosa velocidad de 3 km/h…
No olvidemos que en nuestro país y en otros muchos de la UE rige la responsabilidad civil objetiva.