Si has decidido invertir tus ahorros, el paso previo para lanzarte al mundo inversor pasa por un proceso de asset location. Este término, que se traduce en español como asignación o distribución de activos, consiste en crear una estrategia para repartir el dinero de forma óptima en los diferentes activos que componen una cartera de inversión (acciones, bonos, efectivo, bienes raíces, commodities…). De esta manera, se confecciona una cartera equilibrada y se maximiza el rendimiento de la inversión.
Para definir esta estrategia y saber qué proporción o porcentaje de dinero vas a destinar a renta variable, renta fija, etc., dos factores clave van a ser el horizonte o duración de la inversión y el perfil de riesgo. También debes tener en cuenta el objetivo de inversión (cuál es la meta: ¿las próximas vacaciones, los estudios universitarios, la jubilación…?) y la expectativa de rentabilidad.
Si tu objetivo de inversión es a largo plazo, es decir, eres joven, lo habitual es que en la cartera predominen los activos con un riesgo mayor, como las acciones, porque hay tiempo para contrarrestar las pérdidas. A edades más cercanas a la jubilación es preferible no arriesgarse a perder dinero e invertir en productos menos arriesgados, como bonos, letras del tesoro o depósitos.
Cada inversor tendrá su propia estrategia de asignación de activos, dependiendo de su situación personal, las preferencias y, por supuesto, también de la coyuntura económica. En función de esta última, y a medida que te acercas al objetivo de inversión, debes revisar la asignación de activos para modificar los porcentajes con los ajustes que fueran necesarios con el fin de mantener el equilibrio y volver a disponer de un asset location óptimo.
Prueba de lo importante que es la asignación de activos es que las estadísticas demuestran que esta estrategia aporta entre un 70% y un 90% del resultado final de una cartera.
Foto: Remo-