Todos tenemos algún plazo por pagar, ya sea del coche, de la casa o de un televisor. Y los tenemos por necesidad, o porque nos queremos permitir ciertos productos que no podemos pagar al contado, como por ejemplo, de nuevo, la casa o el coche. Si no son productos de este tipo, son las compras que realizamos en la época de Navidad y que pagamos con la tarjeta de crédito, pensando en fraccionar el pago total en varios meses (a pesar de los intereses). ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué preferimos pagar a plazos?
Una respuesta muy simple es, precisamente, lo que ya comentamos: deseamos adquirir un producto que, en realidad, no nos podemos permitir. O que no podemos pagar, salvo que lo paguemos en fracciones de su precio durante una serie de meses consecutivos. Las razones pueden ser variadas, pero existe una muy interesante y que nos afecta a todos en mayor o menor medida: tendemos a pensar que un producto es mejor si tiene un precio elevado.
«Se podrá financiar«, ¿cuántas veces habremos escuchado esa frase, o incluso la hemos pronunciado? Ante un precio elevado, sabemos que la compra directa está casi siempre descartada, no nos podemos permitir desembolsar 5.000 euros, por ejemplo, por algún producto, o nos duele gastarnos 2.000 euros en un televisor de gama alta.
Sin embargo, fraccionar los precios tiene un efecto positivo en nuestra mente y tendemos a ver con mejores ojos compras que, de otro modo, no realizaríamos. Sabemos que fraccionar significa incrementar el importe total que vamos a pagar (por los intereses, si la financiación los tiene), pero tendremos menos remordimientos si atacamos los pagos en fracciones más asumibles para nuestra economía.
Hay muchas maneras de fraccionar los pagos, siendo las más conocidas las tarjetas de crédito, o las financiaciones específicas (hipotecas, la financiación del coche) así como las que ofrecen algunos grandes establecimientos. Incluso podemos pedir un préstamo para pagar las compras y después pagar las mensualidades del mismo.
Sea como sea, hemos de ser prudentes: fraccionar los pagos no implica que el precio del producto que adquirimos sea menor. Será el mismo precio, o mayor, y si lo vemos a largo plazo habremos gastado la cantidad inicial de dinero igualmente, así que siempre hemos de valorar la necesidad real que tenemos, y cuánto dinero extra aceptamos pagar para comprar a plazos.
En el caso de las tarjetas de crédito, las precauciones serán todavía mayores debido a que los intereses por fraccionar pagos son muy elevados: cuantos más plazos, más intereses. Por ello siempre es mejor dejar la tarjeta de crédito para emergencias, o para adelantar compras que paguemos, en su totalidad, al mes siguiente.