A nadie se le escapa ya que el uso de las redes sociales a nivel personal puede tener implicaciones en el ámbito laboral desde el mismo momento en el que se afronta un proceso de selección o contratación No en vano, de acuerdo con un estudio publicado por Infojobs, alrededor del 20% de las empresas descartan candidatos teniendo en cuenta su actividad en este ecosistema.
No solo los perfiles profesionales
Las empresas no solo bucean en las redes sociales profesionales de los candidatos, como es el caso de LinkedIn –la más popular de este tipo–. La red más observada suele ser Facebook y en menor grado Twitter e Instagram.
El mismo estudio apunta que, entre las compañías que tienen en cuenta las redes sociales, son las pequeñas (de entre 10 y 49 empleados) las más habituadas a tal práctica, en un 53,5% de los casos. La razón que esgrimen es encontrar incoherencias en el CV o aspectos en los perfiles personales de los candidatos que no sean los más adecuados (desde faltas de ortografía, hasta malos hábitos).
Este no es el único estudio que se ha hecho sobre el tema: La consultora EY e Infoempleo han realizado otro informe que apunta que el 83% de las empresas consultan las redes sociales antes de llevar a cabo una contratación, aunque solo el 36% de las mismas asegura haber eliminado del proceso de selección algún perfil por lo que han visto en dichas redes.
Las redes en el puesto de trabajo
El otro ámbito en el que las redes afectan en la carrera profesional lo hallamos en el día a día, es decir, en el uso que se hace de las mismas por parte de los empleados tanto como parte de la actividad laboral como paralelamente a la misma. En el primero de los casos, no cabe duda de que muchas empresas llevan años apostando por animar a sus trabajadores a estar presentes en las redes sociales debido a los beneficios que les reporta, a pesar de los peligros a los que también se pueden ver expuestas por ello, a saber: problemas de seguridad, fuga de información importante…
Por otro lado, cuando los trabajadores de una empresa utilizan sus redes sociales de un modo particular, no solo existen los peligros relacionados con las brechas de seguridad –especialmente cuando esos trabajadores son móviles y no están bajo el perímetro de protección de las instalaciones empresariales–, sino que además se pierde productividad.
Este hecho se ve reflejado en los datos publicados por el INE (Instituto Nacional de Estadística), que sitúa en 40 los minutos diarios que cada empleado “gasta” en navegar por sus redes sociales personales, lo que supone un elevado porcentaje de su jornada laboral.
¿Qué deben hacer las empresas?
Ante tal tesitura, las empresas se encuentran en la diatriba de qué camino tomar. Por un lado, las hay que prohíben el uso de las redes sociales para evitar cualquier problema y llegan incluso a “capar” el acceso a las mismas mientras que otras optan por limitar su utilización y “educar” a sus empleados.
La decisión correrá a cargo de cada organización y de los objetivos que se haya planteado. Lo que parece claro es que si las redes sociales no se utilizan de un modo más correcto y privado, una persona puede desde la posibilidad de acceder a un puesto de trabajo o dar argumentos a la empresa para que prescinda de sus servicios.