No es la primera vez que hablamos de ahorro doméstico y no será la última. En esta ocasión nos centramos en aquéllos aspectos y gestos que a veces pasan desapercibidos y que nos ayudan a ahorrar pequeñas cantidades de energía (dinero) que, a largo plazo, suman una cantidad de ahorro considerable. Por eso lo llamamos el ahorro oculto en tu cocina, porque existe y a veces no se ve, o no se le da la importancia que merece.
Los electrodomésticos que no se pueden dejar de usar
Los hogares consumen una gran parte de la energía total del país, y una parte de ese consumo es inevitable. Por ejemplo, la nevera, que siempre está enchufada y en funcionamiento y que, por poco que consuma, supone una base de gasto ineludible para las economías domésticas. Otros electrodomésticos de uso periódico son la vitrocerámica (o la placa de inducción), el horno y el lavavajillas, así como la lavadora.
La nevera gasta, y mucho. Pero si seguimos ciertas pautas podemos gastar menos o, por verlo de la manera correcta, no gastar más de lo necesario. Ajustar la temperatura es fundamental porque si nos pasamos de frío gastaremos más electricidad.
Además hemos de mantenerla limpia y libre de hielo o escarcha en el caso de que la produzca, y nunca introducir alimentos calientes para su enfriamiento (ahí tenemos un pico de gasto fácilmente evitable).

Fotografía de Adriano Agulló en Flickr
Abrir la nevera con frecuencia rompe la estabilidad del frío generado y obliga al motor a proporcionar más frío, de forma que se neutralicen esas interrupciones, por tanto antes de abrir la nevera es bueno saber exactamente qué vamos a coger y dónde está, mejor que abrirla y pensar sobre la marcha. Parece algo sin importancia, pero a la larga es un gasto excesivo.
La vitrocerámica gasta muchísima electricidad. Es por ello que debemos optimizar su uso utilizando sartenes y cazos del tamaño justo, adecuado al fogón que utilicemos; es conveniente acostumbrarse a terminar las cocciones con el calor remanente (si hablamos de inducción esto no sirve), que durante unos minutos será totalmente operativo para terminar los platos.
Ocurre lo mismo con el horno, por cierto, que además podemos aprovechar para hacer a la vez varias recetas simultáneas.
Utilizar ollas rápidas o a presión es la mejor manera de optimizar el uso de la vitro porque reducen los tiempos de uso en un alto porcentaje.
Una opción interesante y alternativa tanto para el horno como la vitrocerámica es la olla de cocción lenta, que se está poniendo cada vez más de moda y consume cantidades irrisorias de energía en comparación a los dos electrodomésticos comentados.
Una acción cotidiana que nos hace gastar mucho en energía es la descongelación de alimentos: la mejor manera de hacerlo es con tiempo de sobra y con los alimentos congelados en la nevera; las peores son hacerlo en agua tibia (además de desperdiciar unos litros de agua), y en el microondas.
Eso sí, no tengamos miedo del microondas porque bien utilizado nos hace ahorrar hasta un 70% de la energía que emplearíamos con el horno tradicional.
El ahorro oculto en la cocina no es ningún misterio, simplemente es darse cuenta de ciertos detalles que se nos escapan a diario que nos hacen ir ahorrando pequeñas cantidades de energía, algo que a largo plazo nos supondrá cierto ahorro económico no despreciable.