El celo por ahorrar en el consumo energético de las viviendas aumentó considerablemente desde los inicios de la crisis económica. Hoy en día, los consejos sobre cómo ahorrar al utilizar los electrodomésticos, o cómo enfriar una vivienda sin abusar del aire acondicionado abundan en la Red.
Lo que no debemos olvidar es que la propia vivienda puede ser más o menos eficiente en la gestión de al energía y que por eso mismo existe la certificación energética de inmuebles, una etiqueta que refleja el comportamiento de un edificio en este sentido. El problema es que, a pesar de ser obligatorio desde 2013 y un requisito imprescindible para vender o alquilar inmuebles, sigue siendo un gran desconocido.
Según se refleja en la web Fotocasa.es, la eficiencia energética de las viviendas españolas es deficiente. Es decir, el 87,6% de los edificios examinados se califican con E, F o G (los tres niveles menos eficientes), el 1,98% se reparten entre nivel A, B y C, y el 10,41% restante se emplaza en el nivel D de eficiencia energética.

Gráfico de Fotocasa
La clasificación más habitual es la E, con más del 50% de viviendas en esa franja. Suelen ser casas construidas hace muchos años, bajo normativas que no tenían en cuenta la eficiencia energética. Hoy en día sí existe más sensibilidad a la hora de comprar electrodomésticos de categorías eficientes, pensamos en aislamiento térmico,y sobre todo estamos convencidos de que no hay que derrochar dinero en energía (y también lo pensamos por el medio ambiente).
Sin embargo, una calificación E en eficiencia energética no es un resultado malo, aunque sí mejorable. Según Certicalia, las mejoras más habituales que necesita una «vivienda E» tienen que ver con la renovación de instalaciones térmicas, como por ejemplo la caldera. También se suele aconsejar mejoras en la fachada y el cambio de ventanas para mejorar el aislamiento.
Para hacernos una idea mejor de la diferencia práctica entre las diferentes certificaciones, reproducimos este gráfico de Certicalia:
Podemos observar la enorme diferencia en el gasto energético anual (medio) para una vivienda de 100 metros cuadrados entre las calificaciones E (la más habitual) y la G (la segunda más frecuente), que es exactamente el doble. Pasar de una clasificación G a una E significa hacer diversos cambios que afectan al consumo de energía y de agua (por uso de calderas poco eficientes que gastan más), pero hay que pensar en el coste de la reforma en términos de ahorro anual, y entender que, pasados unos, años la inversión será muy rentable.
La certificación energética influye directamente en el valor de la vivienda, pues dependiendo del etiquetado sabremos rápidamente la horquilla de gastos en energía en la que nos moveremos. De momento, en España queda todavía mucho camino por recorrer en cuanto a eficiencia de las viviendas.