Despedir el año que acaba y, sobre todo, atraer la suerte -siempre con seguridad– para el nuevo que comienza, es la base de todas las tradiciones que se han conservado a lo largo del tiempo para despedir el último de los 365 días.
La más popular en España es la de comer las doce uvas al ritmo de las campanadas de la Puerta del Sol o del reloj más representativo de cada pueblo o ciudad. Peladas, sin pelar, con pepita o las de lata adaptadas a los más pequeños; con trozos de otra fruta, peladillas o piñones para los que no les gustan los racimos… ¡Todo vale! El objetivo es acabarse las 12 unidades antes de que suene la última campanada, al más puro estilo Cenicienta. Los españoles dejamos de hablar todos a la vez durante un breve lapso de tiempo e intentamos cumplir el objetivo. De ahí dependerá, o eso dicen, la suerte del nuevo que comienza.
Esta es una tradición que se remonta a 1909, cuando hubo un gran excedente en la cosecha de uvas. A ello se han ido sumando rituales como el anillo de oro en la copa, el dinero en el zapato derecho, la ropa interior roja y un largo etcétera.
Un poco de todo
Pero, más allá de la tradición de comer uvas en España, son muchos, y distintos, los ritos que se siguen en diferentes lugares del mundo. Los más románticos son los americanos, país en el que es “obligatorio” darse un beso a medianoche. Algunos sitúan sus orígenes en el festival romano de Saturnalia, donde todos los asistentes se besaban. Sea como fuere, el caso es que en Estados Unidos creen firmemente que si uno no se besa para dar la bienvenida al año, se asegura la soledad en los siguientes 365 días.
En algunos países, la tradición exige quemar lo malo del año que se va. Es el caso de Perú, Venezuela o México donde fabrican un muñeco de trapos viejos y le prenden fuego. En Uruguay, en cambio, optan por tirar un cubo de agua por la ventana para limpiar y lanzar con él las malas energías de la casa.
Por la ventana tiran también los italianos muebles y cosas viejas para liberarse de lo malo del año (sobre todo en Nápoles, Calabria y Sicilia), en una milenaria tradición. Además, en Italia es muy típico también comer durante la cena de Nochevieja unas lentejas estofadas. Una costumbre que se remonta a la antigua Roma y que, como símbolo de abundancia, relaciona las lentejas con las monedas, con lo que cuantas más coman, más ricos serán.
Las opciones son infinitas, en Filipinas se visten de lunares porque les recuerdan a las monedas; en el Reino Unido practican el “first footing”, buscando ser el primero en visitar a familiares o amigos tras las campanadas; los daneses se ahorran fregar ya que su buena suerte reside en romper los platos después de la cena. Además, deben saltar después de las 12 desde la silla en la que se han sentado.
Será por ideas…