En España, aproximadamente, 1 de cada 5 trabajadores es autónomo y junto con las pymes conforman el tejido empresarial emprendedor de nuestro país. No sólo son el futuro porque sobre ellos recae gran parte de la carga innovadora y disruptiva que toda economía necesita para evolucionar, sino que son fuentes permanentes de riqueza y empleo.
Si en cualquier actividad empresarial es vital mantener el escenario de riesgos y amenazas minimizado y bajo control, nos encontramos que el autónomo se enfrenta estos peligros en situación de especial desprotección. Esta desprotección se traduce fundamentalmente en falta de recursos y en falta de información. Su limitada capacidad financiera y organizativa reduce sus posibilidades de recuperación ante cualquier tipo de daño no previsto.